El cambio de postura de la República Popular China no ha gustado nada en la diplomacia norteamericana. Los representantes de EEUU no entienden cómo Pekín se ha plegado a las exigencias de Barsky perdiendo su posición de socio preferente de Irán, uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Desde la Casa Blanca se censura esta estrategia e incluso se ha llegado a insinuar que la alianza con la Federación está generando divisiones internas en el Ejecutivo chino que al principio de la crisis apostó por consolidar su alianza con Teherán.
Los responsables de los ejecutivos de EEUU y China
La respuesta del Partido Nacional Chino no se ha hecho esperar. En un documento oficial el ejecutivo que preside Rafael Arteaga ha comunicado la "plena y completa estabilidad entre sus dirigentes, además de su unidad y firmeza en la toma de decisiones". De esta manera, desmiente las declaraciones de la secretaria de Asuntos Exteriores de EE.UU, Lucía Pérez, que decía tener constancia de que "no todo el equipo de gobierno chino estaba de acuerdo con esta postura». Según el Ejecutivo chino estas afirmaciones no son más que un intento de "manipular la opinión pública e "intentar desestabilizar" al país.