"Yo no sé a qué juegan, pero la actitud del gobierno chino es totalmente kamikaze". Con esta contundencia se expresaba ayer la Secretaria de Estado norteamericana tras confirmar la completa ruptura de las relaciones con el gobierno chino. En poco más de una semana, China se ha convertido en la llave de la crisis y en la pareja de baile deseada por todos lo actores en ella. Con su incorporación a la Liga Pansiática, Pekín ha conseguido reequilibrar la balanza y reforzar la posición de Barsky en Oriente Medio. No en vano, el aislamiento de Moscú durante la primera semana de la crisis le auguraba un gris desenlace en una crisis que, ahora más que nunca, parece habérsele puesto de cara.
EE.UU ha intentado por todos los medios evitar la creación del eje Moscú-Pekín. Las conversaciones con el gobierno de Rafa Arteaga se mantuvieron hasta el último momento para evitar, lo que la delegación norteamericana consideraba, "un verdadero suicidio". Al parecer, el trato preferente con EE.UU en materia económica y energética no fueron suficientes para un gobierno chino que ha preferido mantener la integridad de su nación antes que doblegarse a los deseos y camelos de Washington. Algo a lo que no se ha podido negar Irán, como mucho antes lo hicieran otras naciones de Oriente Medio.
La política esquiva de China la ha convertido en la clave, pero también en el azote de la crisis en Oriente Medio. A nadie se le escapa que la situación ahora sería bien diferente si China hubiera mantenido su alianza con Irán; aquella que se estableció en el principio de los tiempos, pero que ahora parece lejana. A pesar de ello, todavía existen rumores -tal y como ha podido saber esta agencia- de que China se acercó en un primer momento a la Federación para poder traicionarla posteriormente y atacarla por Kazajistán. Sin embargo, lo que nadie esperaba, sobre todo en el entorno norteamericano, era que China acabara consumando su unión con Moscú en una liga que, ahora más que nunca, se ha convertido en una alternativa sólida en Oriente Medio.
El "affaire" de China ha mellado en EE.UU, que no comprende cómo no ha podido caer rendido ante sus encantos. Por eso esta actitud de despecho que, desde el sábado, Washington manifiesta con su, otrora deseada, China. Washington tilda de "kamikaze" al gobierno de Arteaga por elegir a la pareja de baile equivocada. Pero de lo que realmente se trata es de un ataque de celos hacia la Federación de Barsky que ha conseguido camelar al único país que podía decidir la balanza de la crisis hacia uno u otro lado. Y todo ello con una única promesa: asegurando a China la soberanía y autonomía que EE.UU podría haberle menoscabado. ¿Es China Kamikaze por no abandonar sus convicciones?