martes, 9 de marzo de 2010

Los movimientos militares rusoasiáticos en la frontera de Irán amenazan la estabilidad de la zona y ponen en alerta a las grandes potencias

EEUU y Europa temen que Barsky intente hacerse con el control de los pozos petrolíferos iraníes por la fuerza

La reunión del Consejo del Atlántico Norte celebrada la mañana de hoy 9 de marzo ha disipado cualquier duda: el mundo está a punto de enfrentarse a una crisis internacional de proporciones e implicaciones similares a las que originaron la ya lejana Guerra Fría. Los recelos y las tensiones que en los últimos meses se han vivido por el control de los recursos petrolíferos del Golfo Pérsico amenazan la estabilidad del planeta. Durante la cumbre, los responsables de defensa y exteriores de Estados Unidos y de la Unión Europea, después de examinar numerosos informes de inteligencia y analizar pruebas concretas, han llegado a la conclusión que la Federación Rusioasiática tiene la intención de lanzar un ataque a Irán con el objetivo de controlar sus yacimientos petrolíferos.

La prueba principal de las intenciones agresivas rusoasiáticas se asienta en la concentración de quince divisiones de la Federación en las repúblicas de Armenia y Azerbaiyán, descubierta por el trabajo conjunto de las inteligencias estadounidenses y europeas. La posición rusoasiática justifica dichas operaciones como meros ejercicios militares y como una necesaria intimidación hacia el gobierno iraní por su presunto apoyo a grupos independentistas armados en Turkmenistán y Kazajstán. Sin embargo, hay que recordar la constante hostilidad que hace tiempo caracteriza la gestión de sus relaciones internacionales de la Federación y su actitud hostil hacia Irán, al que acusa sin reparos de debilitar su unidad y economía para alcanzar la hegemonía militar en el Golfo Pérsico.

Según los análisis de la CIA y de la Agencia Europea si la maniobra del presidente ruso, Leonid Barsky, tiene éxito la Federación se convertiría en la principal potencia petrolífera mundial durante los próximos 25 años. Ante la delicadeza de la situación, habrá que observar con detenimiento las respuestas inmediatas -individuales y colectivas- de los grandes actores internacionales como Estados Unidos, China y Unión Europea.

Con el avance hacia territorio iraní, el régimen de Barsky pretende dar respuesta al agotamiento de los recursos energéticos de la Federación, lo que le impide seguir con el mismo ritmo de producción que en los últimos años le ha permitido una recuperación económica sin precedentes. Además, en los últimos años el régimen ultranacionalista que impera en la Federación ha tratado de desestabilizar y golpear tanto a Europa como Norteamérica a través de su apoyo encubierto al movimiento Neo en sus operaciones terroristas realizadas en territorio estadounidense y europeo.

Pero el complejo puzle internacional no acaba ahí. Irán constituye una apreciada fuente de intereses por China, la cual apoya al país a través de un pacto privilegiado de materia estratégica y de abastecimiento de recursos. Asimismo, los continuados intentos de Teherán de dotarse de un ambicioso programa nuclear constituyen una amenaza para la zona. Su rivalidad histórica, religiosa y estratégica con Israel lo convierte en un potencial enemigo de Estados Unidos, que tienen al Estado judío entre sus aliados preferentes.

Hace tiempo que la comunidad internacional no enfrentaba a una coyuntura tan delicada. Los múltiples intereses en juego hacen que el mundo se enfrente, con toda probabilidad, a una situación de alarma nuclear de rasgos parecidos a los del periodo siguiente a la Segunda Guerra mundial. Ahora habrá que esperar para conocer qué actitud toman las grandes potencias ante una maniobra imperialista como la de la Federación Rusioasiática. Sin duda es urgente apaciguar cuanto antes la tensión y evitar una escalada bélica que tendría consecuencias catastróficas.