El Gobierno dirigido por Lisa Segobia ayudará a Irán en caso de un estallido de la guerra siempre y cuando la República Islámica cese, por una parte, su proyecto de armamento nuclear y, por otra, otorgue a EE.UU un trato preferente en materia de política energética.
La Casa Blanca ha dado un golpe de efecto esta mañana al devenir de la crisis. Si hace tan sólo unas horas la Global Broadcast Corporation constataba la inferioridad militar y armamentística de Irán frente a la Federación Rusoasiática, ahora el anuncio de EE.UU de que apoyará a Irán en caso de guerra parece cambiar por completo el escenario bélico. A todas luces resulta evidente que el de EE.UU es el único ejército que, en la actualidad, puede competir en igualdad de condiciones con el de la Federación, por lo que el respaldo norteamericano a Irán lograría igualar las fuerzas en una partida de ajedrez -la de la crisis- que partió en clara desventaja militar para la República Islámica. Bajo estas condiciones, el estallido de la guerra podría tornarse en una idea menos descabellada para la delegación iraní que, gracias a EE.UU, podría perder el miedo a una derrota que desde el inicio se antojó harto segura.
Este apoyo de Washington no está, ni mucho menos, exento de condicionantes. Para empezar, como ya hiciera en el pasado, EE.UU ha exigido a Irán la inmediata paralización de sus ensayos nucleares. Ensayos que para la potencia norteamericana siempre han supuesto una amenaza para sus intereses y los de sus aliados en Oriente Medio; especialmente para Israel, el único que cuenta con potencial nuclear en la zona en estos momentos y cuya confrontación con Irán atiende a razones históricas. En este sentido, la exigencia del fin de la carrera nuclear de Irán a cambio de prestarle ayuda militar frente al enemigo común -la Federación- supondría matar dos pájaros de un tiro.
La ministra de Asuntos Exteriores, Lucía Pérez (izq.), hace dos semanas junto a su homóloga israelí
Por otra parte, la presidenta Lisa Segobia ha impuesto una segunda línea de subordinación de su ayuda, mucho más sutil, pero no por ello menos eficaz. Así, la Casa Blanca ha solicitado un trato comercial preferente a Irán en materia energética, esto es, en la importación de crudo. Una vez más, el oro negro se convierte en fuente de toda motivación de EE.UU en Oriente Medio. En este sentido, Washington pretende meter en cartera a Irán, como ya hiciera en el pasado con Irak y Arabia Saudí (las otras grandes potencias petrolíferas de la zona), para lograr hacerse con el control de sus explotaciones de crudo. Y nada mejor que una crisis de este calibre para aprovecharse de la debilidad manifiesta de Irán y lograr sacar tajada a cambio de ayuda militar. Una ayuda que, por otra parte, no se ha concretado en qué magnitud se realizará.
"El esfuerzo es duro, pero necesario para salvaguardar la integridad de la democracia iraní. Los tiempos son duros y debemos ir más allá de nuestros conflictos de ayer para poder avanzar hacia la paz de mañana", concluye en la delegación norteamericana en su comunicado. Después de todo, nadie da algo a cambio de nada.